Época: Siria
Inicio: Año 2400 A. C.
Fin: Año 1800 D.C.

Antecedente:
Ebla, un imperio reencontrado

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

Donde el arte eblaíta muestra su más acusada personalidad es en los relieves, trabajados sobre distintos materiales. En todos ellos, de una gran riqueza temática, junto a lo específicamente local, aparecen también inequívocos elementos de la Mesopotamia del período protodinástico.
Los de mayor interés son los que decoran las caras de las pilas cultuales, de estructura rectangular y con dos bocas o recipientes, halladas en los principales templos; tres de sus lados -o los cuatro- aparecen decorados con vigorosas figuras humanas y animales, formando composiciones mitológicas en las que el banquete real en honor de la divinidad es el tema central de interés.

La pila basáltica hallada en el Templo B1, fechada entre el 1900-1850 a. C. (hoy en el Museo de Damasco), presenta en su cara central el indicado banquete y en sus lados menores una teoría de guerreros en orden de combate, composiciones todas ellas por encima de protomos de feroces leones. La pila del Gran Templo D, de época un poco posterior (1850-1800 a. C.) y labrada en caliza (Museo de Aleppo) contiene también en su lado principal y en su registro superior el tema del banquete, y en otro inferior una serie de cápridos pasantes. En sus lados menores aparecen figuras de gran valor plástico, representando a cazadores de fieras, héroes con el Agua de la Vida, dragones alados y otros seres mixtos. En este mismo templo también se halló un fragmento relicario en basalto, de talla fina aunque arcaizante, con la figura de un soldado (Museo de Aleppo).

De mayor interés que los relieves hasta aquí citados son los de la pila de caliza localizada en el Templo N. Hallados en varios fragmentos (no ha aparecido su cara frontal), su reconstrucción parcial -hoy en el Museo de Aleppo- ha permitido recuperar las figuras de uno de sus lados, que representaban a diosas en posición frontal con los brazos delante del pecho, cubiertas con vestidos de volantes y tocadas con la tiara de cornamentas. El lado posterior presenta tres parejas de dignatarios, barbados todos, con gestos que indican quizá la conclusión de algún tratado político efectuado hacia el 1800 a. C. entre Ebla y una ciudad desconocida, fecha en que los expertos sitúan la realización de la pieza. Este tema nos recuerda el registrado en el bajorrelieve del podio del rey asirio Salmanasar III (858-824 a. C.), de su palacio de Kalkhu.

También se puede estudiar el relieve eblaíta en los fragmentos de tres estelas basálticas, de finales del período paleosiriano (Mardikh III A) y que estuvieron levantadas en recintos religiosos. Su tipología y su iconografía hablan de un mismo taller local, que trabajaría para los templos y el palacio. Interesa especialmente una de ellas (hoy en el Museo Arqueológico de Idlib), a pesar de hallarse mutilada en su parte superior. Sus cuatro caras estaban subdivididas en cinco registros, todos ellos con relieves muy planos. En la cara principal se ve a la diosa Ishtar dentro de un curioso edículo alado, puesto sobre la espalda de un toro; todo ello encuadrado entre dos hombres-toro; por debajo hay dos escenas rituales y, finalmente, en el registro inferior, un gran ser híbrido, en realidad un león alado vomitando un chorro del Agua de la Vida. En la cara posterior en la que sólo restan tres recuadros, aparecen dos criaturas míticas (esfinge alada y toro androcéfalo) y otras dos figuras reales que masacran a un prisionero, representado a menor tamaño, desnudo y suplicante. Por los costados de la estela aparecen diferentes figuras de hombres y animales.

No podemos finalizar el relieve eblaíta sin aludir a los que decoraron diferentes y lujosos muebles, que el fuego se encargó casi de destruir: entre los pocos conservados del Palacio real G, han sido hallados fragmentos de relieves lignarios (hoy en los museos de Aleppo y Damasco), representando animales, guerreros, figuras femeninas e incluso un rey armado con hacha.

También debemos reseñar un enigmático talismán de hueso -prácticamente reconstruido en la actualidad- hallado en la Tumba del Señor de las cabras, y hoy en el Museo de Aleppo, que recoge en una de sus caras un banquete sagrado con un personaje ante una mesa de ofrendas, asistido por sirvientes y por dos figuras totalmente desnudas; en la otra, presenta la escena de la adoración de un toro por cinocéfalos, delante de otras dos figuras desnudas. De acuerdo con los textos ugaríticos el toro sería la figuración del alma del difunto, y los dos personajes desnudos sus primeros dos hijos.